Estamos acostumbrados a beber el té caliente, sin importar de qué variedad se trate. Sin embargo, el té helado va ganando cada vez más terreno porque, confesemos, ¿a quién no le apetece beber algo refrescante en un caluroso día de verano?
Las propiedades estimulantes y, a la vez, relajantes del té, dos beneficios que hay que agradecer a su contenido de cafeína y de L-teanina (1), lo convierten en la bebida perfecta para tomar tanto fría como caliente en cualquier momento del año ¡y a cualquier hora!
Como siempre cuando hablamos de la historia del té, nos basamos en la sabiduría popular. Si bien muchas historias no pueden corroborarse, creemos que todas tienen algo de realidad.
En el caso del nacimiento del té helado, cuenta la leyenda que nació en Estados Unidos de la mano de un señor llamado Richard Blechynden.
El señor Blechynden tenía un puesto de venta de té en la Feria Mundial que se llevó a cabo en el año 1904 en Saint Louis. Sin embargo, hacía tanto pero tanto calor que nadie compraba una taza de té. Frente a la imposibilidad de vender, se le ocurrió una idea: ¿qué pasaría si en lugar de comerciar una infusión caliente la vendiese fría?
Así, agregó hielo al té y lo ofreció a los visitantes. La bebida tuvo tanto éxito que traspasó fronteras y se impuso como moda. Por este motivo, en los Estados Unidos es muy habitual beber un iced tea.
Se cree que el primer té helado que se preparó se realizó con té negro. Sin embargo, esta teoría no está 100 % comprobada. En la actualidad, se utiliza cualquier variedad de té para preparar esta riquísima infusión fría.
Los dos sabores más utilizados son el té negro y el té verde debido a su refrescante sabor. No obstante, podemos usar el que más nos guste: oolong, té amarillo, té blanco… Si queremos reducir el consumo de cafeína por algún motivo, debido a la tensión arterial alta o a un embarazo por ejemplo, podemos preparar, incluso, un té helado con rooibos.
Existen tres formas de preparar té helado: la tradicional, incorporando hielo, la que usa el refrigerador para enfriar la infusión y la infusión en frío. Cada una tiene sus trucos para lograr el mejor sabor. Veamos cómo preparar té helado con cada una de las opciones.
Siguiendo el invento del señor Blechynden, empezamos por la elaboración más sencilla y rápida. En este caso, habría que considerar preparar un té cargado, bien fuerte, ya que el mismo se diluirá al incorporar el hielo.
Por supuesto, la preparación variará si utilizamos bolsas o té a granel. En el caso de que escojamos las bolsas de té, como norma general se recomienda usar 6 bolsas de té por cada 1,5 litros de agua.
Si preferimos las hojas, habitualmente, se calculan 2 gramos de té negro por taza y entre 2 y 4 gramos de té verde por taza. Al incorporar hielo, el sabor tiende a difuminarse un poco, así que mejor ser generosos con las cantidades.
El procedimiento es muy sencillo: calentamos el agua hasta llegar a la temperatura adecuada para el tipo de té que pensamos infusionar. Una vez alcanzada la temperatura, dejamos reposar el té durante el tiempo indicado para la variedad. Colamos el té o retiramos las bolsas. Dejamos que la temperatura baje durante 5 minutos antes de incorporar el hielo. La cantidad debe ser abundante para que la infusión se transforme en té helado.
Si preferimos no incorporar hielo para evitar que se diluya el sabor (y usar, además, menos cantidad de té en la preparación), esta es la opción ideal. Llevamos el agua hasta la temperatura adecuada al tipo de té escogido e infusionamos las hojas de té o las bolsas. Dejamos reposar algunos minutos, según las indicaciones del fabricante, y colamos o retiramos las bolsas.
Dejamos la infusión al aire libre algunos minutos para que baje aún más la temperatura. Una vez esté tibia, la colocamos en la nevera (o en el refrigerador) durante al menos una hora. ¡Listo! Por supuesto, si lo deseas, puedes incorporar también hielo al servir.
Quizá no hayamos escuchado hablar de la infusión en frío pero ¡es una excelente opción para el verano! Eso sí, lleva bastante más tiempo.
Esta manera de preparar el té proviene de Japón y tiene muchísimos años. Se trata de una experiencia totalmente diferente, que modifica tanto el sabor de las infusiones como sus beneficios.
Para infusionar en frío, debemos olvidarnos de calentar el agua y preparar nuestra paciencia porque el reposo puede ser de toda una noche ¡o incluso más tiempo!
En este caso, debemos multiplicar la cantidad de té a utilizar. Las cantidades usualmente recomendadas son de 4 bolsas o 4 cucharadas soperas de té por litro de agua. Por supuesto, si preferimos un té más intenso, podemos aumentar la cantidad o si lo preferimos más sutil, disminuirla.
El agua se coloca en un recipiente de gran tamaño y abierto. Luego, incorporamos el té y lo dejamos al aire libre, sin tapas para que el aire forme parte del proceso.
Y ahora sí, a hacerse de paciencia. El proceso de maceración debe durar al menos 3 horas en el caso de los tés verdes pero si deseamos obtener un buen resultado, lo mejor es dejarlos al menos 8 horas. ¿Y en el caso del té negro? Pues, lo ideal es prepararlo a la hora de la cena y olvidarse de la infusión hasta la mañana siguiente.
Cuanto más tiempo dejemos reposar el té, más concentrada será la infusión. Sin embargo, merece la pena destacar que el infusionado en frío evita la astringencia del té y da como resultado bebidas más dulzonas.
Nota: También, podemos incorporar un poco de helado de nata al té helado para convertirlo en una bebida realmente refrescante. ¡Es delicioso!
Esperamos que hayas aprendido a preparar un buen té helado y que disfrutes de él durante estos calurosos días de verano y, por qué no, alguna noche de invierno cuando la calefacción invite a beber algo fresquito.
Redactora creativa todoterreno y mamá por tres. Disfruto leyendo y escribiendo desde artículos hasta novelas. Me apasiona viajar y pasar tiempo soñando despierta con mis peques. Amante del mate y el té.